22 DE AGOSTO DE 1951: EL CABILDO ABIERTO PERONISTA.


La C.G.T. había declarado un paro general para el 22 de agosto, aunque dispuso que los
trabajadores del transporte cumplieran con su tarea para trasladar a la gente, pero sin
cobrar el pasaje. Lo mismo hicieron lo taxis, aunque en distintas condiciones de
recompensa, y los ferrocarriles desde distintos puntos del país. Desde temprano las
columnas de compañeros se dirigieron hacia la avenida Nueve de Julio y la fueron cubriendo
lentamente desde antes de la avenida Corrientes (nos referimos a cerca de la calle Lavalle)
hasta la avenida Belgrano, en cuyas proximidades -a la altura del Ministerio de Obras
Públicas- se había levantado el palco oficial, en cuyos costados mostraba dos gigantografías
de Perón y Evita, ambos del tamaño de un edificio de cinco pisos.
En cuanto al número de personas concurrentes se barajan muchas cifras, según la
subjetividad de quien cuente el episodio histórico: ¿setecientas mil, un millón, dos millones
de personas? Nunca se sabrá a ciencia cierta. Todos los observadores y analistas sociales
no dudan en afirmar que fue la mayor manifestación que recuerda la historia política
argentina hasta esa fecha. Perón llegó a las 17.30 hs., sin la compañía de Evita y se ubicó
en el palco junto a Teisaire, a la sazón presidente del Consejo Superior partidario (y ni bien
caído Perón escribiría "El libro negro de la tiranía" ¡puajj...! Entre esos tipos y yo hay algo
personal, diría un cantautor catalán). También estaban presentes diversos funcionarios y las
autoridades de la C.G.T. encabezada por José G. Espejo. Este último habló brevemente
insinuando que el Cabildo Abierto no podía continuar sin la presencia insoslayable de Evita,
por lo que solicitó a Perón permiso para ir a buscarla junto a otros miembros de la central
obrera. Poco tiempo después llego la "abanderada de los humildes" y ante el clamor de la
multitud se estrechó en un abrazo con el presidente. Fue leída la resolución del Consejo
Superior peronista fechada ese mismo día, por la cual se proclamaba la fórmula presidencial
Perón-Evita.
Cuando comenzaron los discursos -tanto el de Perón como el de Evita- la multitud se fue
expresando a través de su propia dinámica. Ahora era el destino el que marcaba, ya como al
mago de Fantasía las fuerzas se le habían ido de sus manos y no podía contenerlas. El
reclamo de la aceptación en compromiso público de la candidatura a vicepresidenta por
parte de Evita era perentorio según los deseos de la muchedumbre y Perón dejó correr los
acontecimientos que superaban toda previsión como se dijo.
Espejo intentó acallar a la multitud y le pidió a Evita que aceptara. Ella vaciló. Le entregaron
el micrófono nuevamente y comenzó un diálogo prolongado y por momentos conflictivo entre
Evita y las miles y miles de sombras fantasmales que la requerían imperiosamente en las
tinieblas de la noche. Todo el palco oficial y la multitud estaban en vilo, era pura expectativa:
-"... Le pido a Dios y a ustedes por el afecto que nos une, por el amor que sentimos, que
para esta importante decisión en la vida de esta pobre mujer me den por lo menos cuatro
días para pensarlo..."
-"No, no ¡Ahora!... Iremos a la huelga... ¡Huelga general!"
-"Compañeros, compañeros... yo no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores"
-y la voz se le quebraba-.
-"Ahora, ahora..." clamaba la multitud en actitud acosadora.
-"Esto me toma por sorpresa... Durante mucho tiempo supe que se proponía mi nombre y yo
no desalenté esas propuestas. Lo hice por el pueblo y por Perón... Jamás en este simple
corazón de mujer argentina pensé que podría aceptar un puesto así..." [Pensar que el inepto
de Cobos no lo pensó ni una vez, el muy traidor y ya estaba aceptando...]
-"¡Ahora, ahora...!"
Evita sugirió -"Esta noche". La respuesta fue: -"¡No! ¡Ahora!. Pidió dos horas: ¡Ahora".
Espejo tomó el micrófono: -"No nos moveremos de aquí hasta que nos dé una respuesta de
acuerdo a la voluntad del pueblo".
Mientras Evita seguía manteniendo esa conversación polidialéctica y fantasmagórica con
sombras distorsionadas por las antorchas encendidas, Perón y los dirigentes del
Justicialismo conferenciaban desorientados tratando de buscar una salida a la situación. De
pronto se hizo una pausa y como si todos se hubieran puesto de acuerdo, la multitud guardó
un profundo silencio. Y, al cabo de un instante, Evita, con lágrimas en los ojos y la voz casi
apagada, balbuceó débilmente: -Compañeros... ¿Cuándo Evita los ha defraudado? Yo lespido una cosa. Denme tiempo para anunciar mi decisión a todo el país en cadena...". El acto
se levanta; en algunos la sensación es que Evita ha aceptado, en otros hay incertidumbre.
El 28 de agosto la C.G.T. y el Partido Peronista proclaman la candidatura de Eva Perón,
pero el 31 de ese mes, a las 20.30 hs., la cadena de Radio Nacional transmite un mensaje
de Eva Perón grabado al mediodía: "Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión
irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores de mi patria quisieron
honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto".
Perón y los militares ya podían respirar tranquilos.
O también debemos preguntarnos si su verdadera voluntad fue que Evita quiso ser
simplemente Evita, aunque su pueblo jamás se convenció de que su decisión no fue
condicionada por presiones de importantes sectores militares.
Era indudable que el crecimiento de la figura política de Eva Perón (¿y si por un momento,
sin ser irrespetuosos, trastocamos el nombre de la abanderada de los humildes por el de
Kristina?) había generado malestar y resistencia no solamente en la burguesía, en las
clases altas y en las medias, sino en uno de los factores de poder en los cuales se apoyaba
el gobierno peronista. El ejército decía que Espejo y Santín eran hombres "de la Señora" y
que eran dos "peligrosos republicanos" (estos milicos vivían en la época de l’ancien régime,
anterior a la Revolución Francesa). En rigor de verdad, Espejo era un criollazo sanjuanino,
un auténtico "cabecita negra" y Santín, un inmigrante asturiano que había llegado al país
antes de que se proclamara la Segunda República en la península ibérica. Además este
último era como se dice vulgarmente un "pan de Dios", le hacía honor al apellido.
El otro condicionante fue, sin lugar a dudas, su salud, definitivamente quebrantada. No hubo
ni tinglado, ni farsa, ni Evita fue derrotada por Perón ese día de agosto, según juzgan
algunos historiadores del campo "gorila". Ella nunca pensó ocupar el cargo de
vicepresidenta de la República y si dejó correr su nombre tantos meses fue para diluir una
disputa interna por el cargo y taponar alguna candidatura que ambos consideraban
inconveniente para el futuro gobierno y el movimiento. La salud de Eva Perón se agravó un
mes después del Cabildo Abierto del Peronismo y poco antes del 24 de septiembre, Perón
fue informado de toda la verdad: el cáncer avanzaba.

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