22 DE AGOSTO DE 1972: EN LA BASE NAVAL ALMIRANTE ZAR, DEL AEROPUERTO DE TRELEW, SON FUSILADOS SIN PROCESO 16 PRESOS POLÍTICOS, “LOS HÉROES DE TRELEW”.


Agosto se presenta adverso para el dictador Lanusse. Renuncia el ministro de Bienestar
Social, Francisco Manrique, en términos que merecen el rechazo del presidente. Manrique
tiene ambiciones políticas y dimitió antes de la fecha fijada por el gobierno, necesita parecer
en posiciones críticas. Pero Lanusse lamenta la pérdida de un colaborador al que profesaba
especial consideración.
El brigadier Rey formula críticas al “liberalismo económico” vigente y naufraga el intento de
Mor Roig por arribar a una solución política acordada con los otros partidos.
Desde Madrid el Comando Superior Peronista, dice “al pueblo argentino y a las fuerzas
armadas” y, partiendo de la afirmación de que el Gran Acuerdo Nacional ha fracasado,
convoca a los sectores mayoritarios a participar en un proyecto de la reconstrucción
nacional “que convierta la prometida institucionalización en una empresa realizable”.
Hechos vinculados a la guerrilla golpearon al gobierno militar y acrecentaron su desprestigio.
El 15 de agosto, un grupo de guerrilleros detenidos en el penal de Rawson logra –recibiendo
apoyo desde el edificio- apoderarse del establecimiento carcelario. Un guardia es muerto y
25 integrantes del ERP, FAR y Montoneros consiguen fugar hasta el aeropuerto de Trelew,
que queda bajo su control.
Mientras 19 guerrilleros se tirotean con las fuerzas de seguridad, los seis restantes
secuestran un avión y se trasladan a Chile. En el avión viajan otros cuatro guerrilleros,
provenientes de Comodoro Rivadavia.
Los evadidos lograrán del gobierno chileno un salvoconducto para viajar a Cuba. Se trata de
Mario Roberto Santucho, Marcos Osatinsky, Carlos Goldemberg, Roberto Quieto, Domingo
Menna, Víctor Fernández, Ana Wiessen, Fernando Vaca Narvaja, Alejandro Ferreyra Beltrán
y Enrique Haroldo Gorriarán Merlo.
Los 19 que han quedado en Trelew resistirán en el aeropuerto alrededor de una hora, para
rendirse luego a las fuerzas de infantería de marina. Una vez apresados, serán conducidos
a la base naval Almirante Zar, donde se los alojarán provisoriamente. Según relataría
Lanusse más tarde, el comandante de la Novena Brigada –general Betti- demoraría más de
lo previsto la represión del motín en la cárcel de Rawson. Una vez lograda la recuperación
del establecimiento, dicho jefe habría considerado que no estaban dadas las condiciones de
seguridad como para hacer posible un inmediato reintegro al penal de los detenidos en la
base Almirante Zar. La versión es, en el mejor de los casos, dudosa, a la luz de lo ocurrió
poco día después.
El 22 de agosto los 19 guerrilleros fueron ametrallados por la guardia, en circunstancias muy
poco claras. Dieciséis resultaron muertos y los tres restantes heridos de gravedad.
Según la versión oficial, proporcionada por el contralmirante Hermes Quijada, el jefe de
turno practicaba una requisa cuando uno de los detenidos intentó arrebatarle el arma. Se
produjo un forcejeo y la guardia disparó para controlar la situación, produciendo la muerte de
la mayoría de los activistas.
Las sospechas surgieron de inmediato: era extraño que los presos estuvieran juntos fuera
de las celdas, y que el jefe de guardia se arriesgara a pasearse ente ellos portando un arma.
Era insólito que la guardia necesitara acribillar a 19 personas para “controlar la situación”,
cuando solamente contaría con un arma, en caso que lograran despojar de ella al oficial de
guardia. Era raro, finalmente, que dicho oficial no sufriera daño alguno durante el tiroteo, si
estaba trabado en lucha con uno de los guerrilleros.
Posteriormente, uno de los sobrevivientes relataría que los guardias colocaron a los
prisioneros en fila y abrieron fuego sobre ellos. Lo cierto es que los hechos sirvieron para
solidarizar a las distintas organizaciones armadas –las víctimas pertenecían a grupos
diferentes- y provocaron una repulsa hacia el gobierno. Si los métodos violentos que
empleaban los guerrilleros provocaban rechazo en buena parte de la población, el régimen
militar aparecía ejerciendo la represión con una brutalidad equiparable.


Agregamos unas palabras del compañero Luis Lea Place.

"Unas líneas del compañero Luis Lea Place, en este 22 de Agosto.
En homenaje a los cros asesinados en Trelew publico un recuerdo del primer aniversario en Córdoba en 1973.

Una anécdota de la historia.

Corría el año ’73; recuerdo que vivía en una casa en el barrio de Ferreyra a cuadras de un arco en la entrada a la ciudad de Córdoba.  En la casa vivía también Pedro (Juan Ledesma, asesinado en la tortura en el ’75) su esposa La Gringa (caida en combate en  Pcia. de Buenos Aires), su pequeño bebé Ramiro y Robi (Santucho);  también solían ir de vez en cuando las nenas de Robi. Eventualmente vivía también Ferreyra Santiago, conocido como el “rengo” (Murió hace unos meses, otro cro que solía frecuentar la casa era Roberto Bardach (vive en Córdoba).
Como se acercaba la fecha del aniversario de los asesinatos de Trelew, Robi me dio la tarea de coordinar el acto a realizarse desde los balcones de la CGT (ciudad de Córdoba). Conversamos en términos generales las caracteristicas del acto y al terminar me dijo: “no le digas a nadie, hablaré yo en el acto por el ERP”.
 Lo primero era ver si Montoneros y la FAR estaban dispuestos a participar en un acto común, reflejando el hecho de la muerte de nuestros cros como muestra de unidad en el acto de homenaje. Por tal razón hicimos una reunión en una pizzería ubicada en una avenida paralela a la Gral. Paz y otra avenida que la cortaba, no recuerdo los nombres. Mientras nos dirigíamos a la reunión con Benito Urteaga (caido junto a Robi en Villa Martelli) -que andaba por Córdoba circunstancialmente- comentábamos el contraste del lugar, un bar todo vidriado en una esquina, con otras reuniones anteriores, que cuanto mas ocultas eran  mejor; “son los beneficios que nos da la democracia” comentamos.
Allí nos esperaba, Alberto Camps, María Antonia Berguer, dos cros que se habian salvado en Trelew y un tercer cro. Pardo. Hicimos nuestra propuesta; que incluía hacer abstracción en los discursos de nuestras diferencias circunstanciales; pero ellos no accedieron.
El próximo paso era reunirme con el “Gringo” (Agustín Tosco, muerto en la cladestinidad).
Como no lo conocía personalmente, me contacté con una cra. conceptuada como excelente por Robi, que no recuerdo como era llamada en ese momento,  y que en realidad era Marta del Carmen Rossetti (asesinada brutalmente en la cárcel de Córdoba), cra. de Emilio Arquiola. Mientras caminábamos íbamos conversando sobre la propuesta, era una cra. muy amable, agradable y muy precisa en lo que decía. Llegamos al sindicato, el Gringo tenía su oficina arriba del edificio en un pequeño cuarto. Entre los tres coordinamos las características del acto  y el orden de los oradores; por mi parte hablaría en nombre de los ex-presos, luego el Gringo y después un cro. en nombre del ERP.  No recuerdo si habló alguien más, también había un cro o cra. no recuerdo bien,  que se dedicaria  a presentar el acto.
El día del acto, el 22 de agosto del ’73 llegué a la CGT, la avenida ya estaba cortada y la gente comenzaba a llenarla, con sus banderas y cánticos recordando a los cros. de Trelew.
El acto se venía desarrollando correctamente como estaba previsto. Al finalizar  su discurso Tosco me preguntó quién iba a ser el próximo en hablar, y en ese instante llegaba Robi por las escaleras junto a cuatro cros que lo acompañaban, mientras por los micrófonos se anunciaba que hablaría Mario Roberto Santucho. Tosco abrió los ojos incrédulo y solo atinó a decir: “Negro nos van a intervenir la CGT!!”. “No pasa nada Gringo” -dijo Robi-.  Todos los cros presente no alejamos un poco para que ellos deliberaran.
 Robi no hablaría aquella noche, accediendo y contemplando el pedido del Gringo, y me dijo al pasar “buscate otro cro. para que hable”.
Al primer cro. que pasó por mi lado le dije”necesito que hables”.  Era el Chango Tumini, que a pesar de su juventud tuvo el coraje de improvisar un discurso que salió excelente.
Pero no todo terminaría allí; sabía lo que vendría y me estaba preparando. El gringo se me acerco y me preguntó “sabías que el Negro queria hablar?”,  con mi mejor cara le dije”no”, mientras en mi imaginación veía cuanto crecía mi nariz. El sólo sonrió y se alejó.
 Luis Lea Place, enero de 2011."

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