13 DE NOVIEMBRE DE 1901: NACIMIENTO DEL “SOCIÓLOGO DE ESTAÑO”, DON ARTURO JAURETCHE.
Por Daniel Chiarenza para Agrupacion Padre Mugica
Don Arturo nació con el siglo XX y fue el testigo más sagaz que
afrontó al mismo, por lo menos durante tres cuartos de siglo.
Soldado de la Revolución del ´33 en Paso de los Libres y, al mismo
tiempo, el poeta que le cantó en forma sublime a esa patriada,
fundador de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven
Argentina), acuñador de felices expresiones incorporadas al lenguaje
popular de la política; pensador infatigable y fecundador de ideas
en una Argentina esterilizada por la oligarquía. Jauretche fue -sin
lugar a equívoco- el más empeñoso arquitecto de la demolición de
mitos que aún hoy (lamentablemente, para quienes preguntan inclusive
¿Quién fue?), perturban y crean corrupciones mentales para la
verdadera comprensión de la Argentina real.
FORJA antecedió
en una década al Movimiento Nacional Peronista y sus militantes
fueron los que le dieron el anclaje nacional y popular.
Con su estilo
coloquial y apaisanado, que algunos llaman plebeyo; nutrido en las
vertientes más profundas del idioma hablado por los argentinos,
resultó, sin proponérselo, un escritor clásico, quizás el último
clásico argentino, creador de una literatura política que se creía
extinguida.
Cuando su muerte
irrumpió en nuestro corazón de hombres (como diría Dolina) en
aquel desconsiderado mayo de 1974 y en plena vigencia del retorno de
Perón al gobierno (esta vez no al poder), la mayoría nacional y
popular del país entendió que desaparecía uno de los más lúcidos,
precisamente, nacionales que había dado la ilustre generación del
´30. Pero, más que su prédica, la explicitación tan clara de los
grandes problemas nacionales fueron recogidos por el periodismo; pero
fundamentalmente su producción de pensador nacional y popular
plasmada en tantos libros se halla incorporada definitivamente a la
cultura del país.
Por ejemplo “El
medio pelo en la sociedad argentina”, por nombrar a uno de su
destacada creación, es uno de los ensayos de sociología menos
ortodoxos, si los hay, pero también el libro desmitificador por
excelencia de la clase media argentina, esa que se tiene que poner a
leer -no digo nuevamente, porque casi nunca lo hizo, salvo algún
best seller de Coelho- y dejar de mirar una televisión que le "quema
la cabeza". A las formas de la sociología académica, opone
Jauretche, una visión sociológica nacida de la vasta experiencia
personal y de la percepción de un sector social del país que no
había sido debidamente estudiado. Su sonrisa es filosa (como no
serlo con estos cocoliches de la cultura que creen que Borges
escribió muchas novelas y que Sócrates debe atesorar un montón de
títulos de su autoría en Alejandría, cuando sabemos que Sócrates
no escribió un libro en su vida) y lo contagioso del humor vital de
don Arturo no es una de sus menores virtudes como escritor.
Uno de sus libros
consagrados. Es una crítica, con un sabor a ironía insuperable,
donde plasma la tilinguería de la clase media que rige sus conceptos
en el "sentido común" dado por los medios de comunicación
alienantes y la copia de los valores de la clase alta farolera.
Pasaremos a
transcribir textualmente un artículo de su libro “El medio pelo en
la sociedad argentina”. “El estaño como método de
conocimiento": Tener estaño es una expresión sucedánea de
otra tal vez más gráfica pero menos presentable, y se refiere al
‘estaño’ de los mostradores. Recuerdo que Lucas Padilla o el
‘Colorado’ Pearson, no estoy seguro cuál de los dos, que
actuaban en los movimientos iniciales del nacionalismo, dijo una vez
que la condición de ‘piantavotos’, calificación atribuida a
Perón, provenía de que los fundadores del movimiento eran ‘niños
bien’ de ‘familias bien’, es decir, los juiciosos ‘hijos de
mamá’; que otra cosa hubiera ocurrido si los primeros hubieran
sido ‘niños mal’ de ‘familias bien’, esto es ‘teñido de
estaño’.
Tal vez la
deficiencia de nuestros datos científicos obedezca al tipo de
nuestra economía y sociedad en transición, fluida en sus etapas
cambiantes -como ocurrió en los Estados Unidos, cuyas técnicas son
ahora modelo imprescindible, desde el final de la Guerra de Secesión
hasta la primera de las guerras mundiales-; que sus métodos sólo
sean compatibles con la existencia de un capitalismo de concentración
muy avanzado, o con el socialismo, que excluyen la presencia del
pequeño empresario, del taller patronal que conserva una
organización casi artesanal, de la abundancia de pequeños
productores que entre nosotros representan el grueso de las
actividades: (Si Ud. tiene alguna duda al respecto, averigüe qué
dato estadístico proporciona el tallercito donde arregla su
automóvil, el hojalatero que le arregla el balde, el colchonero, el
marquero de sus cuadros, etc., etc., las múltiples actividades de
empresarios que calculan los costos a ojo, no llevan contabilidad, no
están inscriptos, no registran su producción, eluden los impuestos,
etc.)
En cambio, el
ajuste de los datos es condición de existencia en las grandes
organizaciones económicas con sus contabilidades organizadas, su
propia estadística, el registro de los costos, es decir los
elementos básicos para una estadística general.
Parecida cosa
ocurre con los censos y encuestas, donde se suman factores personales
propios del informante y del recolector de datos que además pueden
ser típicos de nuestra modalidad, factor del que se prescinde cuando
se aplican sistemas que pueden ser hábiles en su lugar de origen.
Así,
frecuentemente, el interrogado está prevenido contra el
interrogatorio y tiende a desfigurar los hechos; además, muchas
veces es descomedido y grosero con el agente de la investigación. Es
lo que pasa en las ‘investigaciones de mercado’.
El ‘Hombre que
está solo y espera’ no es un tipo fácil. Pregúntele usted a un
paisano su juicio sobre algo o alguien y oirá que le contesta:
Regular. Pero regular quiere decir bueno; o muy bueno; también malo.
Serán su oído y el conocimiento del hombre los que darán la
interpretación, según el tono y tal vez algún detalle mínimo.
Pero esto no es para el ‘potrillo’ que hace la encuesta y menos
para la computadora electrónica. ¿Y el ‘gallego’ -el gallego de
Galicia, se entiende-; hágale usted una pregunta cualquiera y verá
que le contesta con otra: pruebe, y le juego cualquier cantidad a que
acierto?
Hace pocos días
llevé a un industrial, que creía en la eficacia de las ‘encuestas’,
a un café para mostrarle cómo actuaban los agentes de una
investigación que había contratado. Los muchachos a quienes se les
paga por el número de planillas que llenan estaban reunidos a lo
largo de dos mesas y los formularios se alternaban con los pocillos
de café. Mi amigo industrial puso los ojos como ‘dos de oro’
cuando oyó que unos a otros se preguntaban. Y a éste, ¿qué le
ponemos?, y así lo iban llenando, cansados de golpear puertas
estérilmente, o de que los encuestados les hicieran un
interrogatorio a ellos en actitud defensiva, o les contestaran a la
"macana". Si todavía tiene alguna duda lector, recuerde
qué le responde a esa vocecita femenina que le pregunta por
teléfono: ¿Qué programa de televisión está usted viendo? Y por
lo que usted le contesta considere la validez del rating que está
haciendo la vocecita.
Pero, además de
la muy relativa validez de los datos, existe el uso malicioso de la
información, para fines políticos y económicos, como la creada por
los órganos de publicidad y por las manifestaciones de los grupos
económicos agroimportadores interesados en dar una imagen del país
que les conviene y que en los últimos años es directamente
depresiva”.
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